miércoles, 27 de noviembre de 2013

Hablar del amor,
escribir sobre el amor,
hacer el amor...
Hubo un tiempo
en que quise
ser el amor.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Caer en la desidia,
saberse fuerte y no poder hablar,
torrente de palabras que pueden ser volcán
y que se quedan mudas en el cuello,
atascadas aun viendo la salida,
petrificadas, estatua de sal y de cemento,
y sueño con la imagen de un bosque devastado,
y parece que un hilo me cerrara la boca,
puntadas que no duelen, anestesia de años consumidos,
limbo cubierto de basura helada,
vertedero mi cuerpo de sus traumas,
el grito se aniquila por sí solo,
el llanto cada vez más invisible,
la rabia contenida, encadenada,
frío de besos que ya no dicen nada,
huesos de plástico y vientre de madera,
si sigo así cualquier día de éstos
jugarán los niños a ponerme
nariz, escoba, bufanda, gorro...
un muñeco de nieve
en el desierto.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Pasa el aire del mundo
por un hueco
                       que han dejado tus ojos en la tarde,
por un solo segundo
en el que se han cerrado como alas.

Josefa Parra

domingo, 17 de noviembre de 2013

Espacio siempre frente al tiempo. No
hay mayor lentitud que esta paciencia
que eterniza los labios, endurece
las túnicas, habita en la mirada
de la desolación.
                           Roja, la estepa,
afuera, lejos, en la mansa gleba,
come su viejo sol.
                             Gira la tierra
sobre sí misma, musical, y el agua

desciende azul: eternidad herida.

Antonio Gamoneda

jueves, 7 de noviembre de 2013

Diálogo

-Hablemos del amor
-Tal vez podamos empezar acariciándonos
-Sí, tal vez
-El final de la conversación sabemos cuál será, ¿verdad?
-Sí, nos suicidaremos juntos
-Claro, pero para llegar a eso habrá que demostrar el porqué
-Demostrar ¿a quién?
.A la humanidad, al mundo entero
-Al mundo le da igual nuestro amor
-Puede ser, pero nuestro amor es el suyo también, quizá sólo tengan que darse cuenta
-Lo intentaremos
-Lo principal es nuestra libertad
-Y nuestra imposibilidad de ser totalmente libres
-Pero aceptando esa verdad crecemos y crece nuestro amor
-Sí, para mí fue algo clave comprender eso
-Cuando se habla del amor a veces se olvida que hablamos de seres que aman y son amados
-Yo a veces imaginaba el amor como un ente, como un ser sobrenatural, fuera de nosotros, como cuando hablan de dios como algo que está ahí arriba, el gran ojo, para mí Amor era un dios, un gran corazón que flotaba en el aire e irradiaba rayos de fuego. ¿Te acuerdas?
-Me acuerdo, también recuerdo cómo yo te decía que para mí Amor era algo intrínseco al ser humano, que estaba dentro de mí, pero también como un ente, pegado a la carne que recubre mis huesos y mi corazón
-Y luego hubo un tiempo en que decías que estaba en la mirada, que se comunicaba y pasaba de unos a otros por los ojos
-Sí, entonces me parecía un fantasma de aire invisible que entraba y salía de nosotros
-Ahora me parece gracioso recordarlo
-La cantidad de vueltas que hemos dado
-Sí, pero creo que era necesario
-Quizá, si no habríamos llegado aquí demasiado pronto
-El tiempo...
-¿Tienes frío?
-Un poco, ya se está poniendo el sol
-Yo también, estamos cansados 
-Felizmente cansados
-¿Dejamos de hablar ya?
-Sí, muramos como el sol
-Con sus últimos rayos
-Buena muerte, amor
-Buena muerte, mi vida

martes, 5 de noviembre de 2013

El desencanto del Quijote


1. Memoria del viaje

Miré al cielo. Dije
un sueño espera ser soñado.

Venía de otro sueño.
Compartido. Hermoso.
Me asfixiaba. Era tan
limpio el aire
que un grito de dolor hubiese
resplandecido.
Miré al cielo. Cogí mis armas.
Las de ellos eran otras, pero
no había diferencia:
de una verdad a otra, ¿cuánto dista?
¿Cuánta ignorancia las separa
y cuánta las designa?
Es la verdad el nombre
que damos al impulso
con que la vida quiere ser soñada.

Cogí mis armas. Atrás quedó
el hogar. Abierto, el horizonte.

Fue hace mucho tiempo. Ahora…

ahora ya no son tiempos de espejismos.
* * * * *
2. El descenso. Tribulaciones de la agonía

En los bordes del sueño abre
los ojos. Sin abrirlos. Algo
despierta, la conciencia de una
continuidad. De otra continuidad.

Algo despierta y mira dentro (el
dentro de la superficie, que no es
un dentro sino un debajo, como
el forro de un abrigo), buscando algo
en lo que anclarse. Un tema, busca
un tema. Para no acabar. Para

sobrevivir.
¿Sobrevivir? Decidme, ¿quién o qué
sobrevive? –Volver al tema.
En el tema el mí se reconoce
porque alguna parte suya
es afectada y se conmueve.
Como cuando las lágrimas. Por la imagen.
Más que nada, a la mente le gustan las
imágenes. Con ellas, teje.
Y el tejido hace mundo o lo refuerza,
lo hace consistente.

En la orilla del sueño algo, un aliento
que vibra, insiste en las mismas
pautas. Y se hace sólido. Y dice yo.
Y el mí adviene, de nuevo,
creyéndose, creyéndome ahora
en lo que digo. Para no perderme.
No aún. No tanto. No tan aún tantas
veces. Para no deshacerme. Para
sobrevivir pero.
Porque no está claro. Por el peso.
El mí contiene demasiadas
lágrimas. Aunque. El lastre fuerza
a abandonar el texto y condensarse en
los márgenes. Y es bueno –¿bueno?–, es
adecuado. En fin, no es, de ninguna
manera. Sólo hay lastre. Y hay Aún.
Hay demasiado Aún para perderse
del todo.
* * * * *
3. El pánico

El cansancio. La sed. El pánico.
Dentro. Fuera no se mueve. Dentro,
pánico. Humedad que traspasa la
casa-huesos. Entonces voy donde
hay muchos. Como si algo fuese
cierto. Como si algo cambiase y por
eso fuese cierto. Entre todos. Entre
muchos. Cierto porque se mueve.
Como si hubiese meta. Si no se
alcanza no importa. Mejor no
alcanzar. Como si. Para que sea
cierto -¿cierto?-

La hora estimada. La hora de llegada
estimada. Como si algo ocurriese.
Por el movimiento. Por el nombre
que cambia. El del lugar. El de los
ojos, no. Los ojos siguen fijos en el
rostro. El rostro que no veo. Siguen
mirando fuera. Yo nunca veo la
mirada de mis ojos mirando fuera.

El movimiento atrapando la
atención. Reteniéndola. Guiándola.
Llaman historia a ese movimiento
que retiene la atención. Cuando no
hay movimiento fuera, la historia
ocurre dentro. Pueden haber muchas
historias a partir de un solo
movimiento. Entre todas forman una
situación. La situación es un nudo, a
veces una madeja, pero siempre es
un nudo. Algunos nudos retienen el
pánico.

Se produce en el silencio,
antes del movimiento, y
también después. El pánico es
un furor detenido. En un principio
fue el pánico. Tuvo que serlo. Luego,
el furor fue las formas, ésas que el
movimiento produce en razón de sus
detenciones, de sus sacudidas.

Cuando el espacio entre las
sacudidas se prolonga, decimos
que alguien ha muerto. Entonces vuelve
el pánico o, mejor dicho, se abre. Se
abre el pánico y el furor se detiene.

Suele ocurrir también que alguien,
en el movimiento aún sostenido,
caiga en la abertura del pánico. Es
por efecto del vértigo que arrastra
como un esfínter los bordes de
la abertura. Su tiempo,
entonces, queda detenido. En el
pánico.

Por eso hago como si algo ocurriese.
Ocurre al menos la historia como si
algo ocurriese. Un movimiento,
una vez más. Tal vez sirva. Para que
haya historia y me la crea. Lo justo
para poder caer más adelante.
* * * * *
4. Resurrección en la tierra

Mirar al cielo. Luego,
a la tierra. Decir
hay un sueño que espera ser soñado.
Un sueño espera ser soñado.

La boca seca. No hay
saliva. Alzar los ojos,
donde los gavilanes
y los misiles. No, los ojos
a ras de suelo,
donde la hierba,
entre la herrumbre,
donde la hierba arde
verde y poderosa.

He perdido las armas.
He tirado el escudo.
De entre todas las verdades elijo
una sola: la caricia del sol
en el tronco de mi alma
calcinada.
* * * * *
5. El despertar

En los bordes del sueño abre
los ojos. Sin abrirlos. Algo
despierta,
la conciencia de una
continuidad.
De otra
continuidad. Y, entonces,
el milagro: la hierba.
Bajo los pies, creciendo.
¡La hierba!

Chantal Maillard

domingo, 3 de noviembre de 2013

Hay una brisa
que se cuela por las venas,
que se instala en un lugar
donde no existe
la locura
donde el cuerpo pierde sus contornos,
sus olores, sus tonalidades,
un lugar ajeno a los sentidos
donde tan sólo se escucha
un tintineo, un silencioso crujir
de nieve
recién caída,
en ese único instante en que se posa
y se suspende el tiempo,
y se detiene el pulso de la muerte.
Allí,
allí donde el susurro
es un batir de alas delicadas,
allí es donde habita
¿el amor?

viernes, 1 de noviembre de 2013

Las simples cosas...

Uno se despide 
Insensiblemente de pequeñas cosas. 

Lo mismo que un árbol 
Que en tiempo de otoño se queda sin hojas. 

Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas 
Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. 

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida 
Y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas. 

Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso 
Que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo. 

Demórate aquí, en la luz solar de este medio día 
Donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida. 

Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso 
Que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo. 

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida...