lunes, 23 de abril de 2012

Pablo de Rokha

Epitalamio

Dios te ampare, mujer, inmaculada y triste como una flor que oliese a hojas caídas.

Universo, universo, universo, ave-niña, ilusión más ingenua, más ingenua aún, más ingenua que las cunas azules
cuando el sol clarea los pueblos fúnebres, melancólicos.

Tú que pastoreabas las palomas del lugar por cuatro reales...

Filosofando caminas sobre las tumbas del planeta-Winétt.

Reíste a los tres días de nacer, dulcemente de nacer, porque ya eras madre de lo creado y abuela de los muertos.

Paz, sonora canción nacida de un tajo hecho en la tierra, sin héroes  o niños divinos antes de ayer.
Y manas sangre de árbol-árbol con olor a surcos llenos de simiente.

Contigo el pánico florece y las tristezas dan frutos dulces.

E iluminas el camino hacia el hombre distante.

Desengañada te crees y tus días son cuentos para niños.

He aquí que eres máquina de nieve encendida.
Andas por los caminos de la vida y la muerte con el ritmo enorme que fluyen cantando a ciegas los fenómenos,
cantando a ciegas los fenómenos, cantando a ciegas los fenómenos.

Yo conozco, siento que tus raíces cándidas horadaron mi estupor...
Atardeciendo, cuando el farol invernal del crepúsculo alumbra lo melancólico, el porvenir de las tumbas lluviosas
e irremediables, la cara absurda del vacío, entonces, yo estoy, querida, deshojándote hoja a hoja... hoja a hoja...

Ejemplo de mujer casada, niña de octubre y mariposa, mi corazón se está incendiando a tus pies.

El cataclismo universal de tu agonía me tronchará los huesos marchitos y sentiré que moriré llamándote.

Soy tuyo entero, encadéname con sollozos y alimenta con besos golosos al animal feroz que elegiste por amo.

viernes, 13 de abril de 2012

De pronto tengo miedo,
el vacío se llena de serpientes
y mi cuerpo palpita atravesado
por una aparición de la mentira.
Presiento que estaré sola de nuevo,
va creciendo la angustia arrasadora
y no puedo pararla, es tu engaño
el que me está cubriendo de ceniza.
Ya no puedo mirarte sin leerlo
en tus ojos,
analizando todos y cada uno
de tus gestos, midiendo las palabras
que me enredan, porque siempre
me lían tus palabras.
Se va haciendo un infierno entre nosotros
pues afilas tu acero y me lo clavas
cada vez que nos vemos, sólo daño,
y desconozco aún tus intenciones.
Mi certeza se asienta en las entrañas,
imposible comer, limpiar, no vivo
sólo espero que digas la gran frase
que certifique mi intuición, mis temores.
Tu silencio, distancia e indiferencia
inflaman mi agonía, me intoxicas,
hasta que una noche tienes miedo
y decides hablar de tus verdades.
Nada cuadra con lo que yo veía,
el motivo era otro, no había engaño,
y me planteo entonces, ¿es posible
que me haya equivocado en las señales?
¿Ha fallado mi instinto, mi cuerpo que me avisa,
me traicionó la mente en este caso?
¿Cómo pude sentir con tanta fuerza
algo que según tú nunca ha ocurrido?
Quiero creerte, quiero,
que vuelva ya la calma a nuestro lecho,
tengo miedo
porque si me has mentido
sufriré ciegamente mientras quieras
y si ha sido mi mala fantasía
tengo miedo de mí, de mis fantasmas.
Me cierro de nuevo cuando empezaba a abrirme,
poco tacto has tenido, mucha rabia...