martes, 31 de enero de 2012

Antonin Artaud


Primera carta conyugal 

           Cada una de tus cartas aumenta la incomprensión y la estrechez de espíritu de las anteriores; juzgas con tu sexo
y no con tu pensamiento como lo hacen todas las mujeres.
Confundirme yo, con tus razones. ¡Te burlas! Pero lo que me irritaba era verte volver sobre las razones que hacían tabla rasa
sobre mis razonamientos, cuando uno de esos mismos te había llevado a la evidencia.

           Todos tus razonamientos y tus infinitas disputas no podrán impedir que no sepas nada de mi vida y que me condenes
por un mínimo fragmento de ella misma. No debería siquiera serme necesario justificarme ante ti si sólo fueras, tú misma, una mujer prudente y equilibrada, pero tu imaginación te enloquece, una sensibilidad sobre aguda que no te permite enfrentar la verdad. Contigo cualquier discusión es imposible.

            Sólo me queda decirte una cosa: mi espíritu siempre fue confuso, un achatamiento del cuerpo y del alma, esa suerte de contracción de todos mis nervios. Si me hubieras visto hace algunos años, por períodos más o menos cercanos, antes aún
de que en mi se sospechara el uso del que tú me recriminas, dejarías de extrañarte, ahora, del retorno de esos fenómenos.
Si por otra parte estás convencida, si te parece que su reincidencia se debe a ello, entonces no hay nada que decir, contra un sentimiento no se puede luchar.
De cualquier manera ya no puedo contar contigo en mi angustia, ya que te niegas a ocuparte de la parte de mí más afectada:
mi alma.

            No me has juzgado, por otra parte, nunca de otra manera que por mi aspecto externo como hacen todas las mujeres,
como hacen todos los imbéciles, cuando lo que está más destruido, más arruinado es mi alma interior; y no puedo perdonarte eso, pues las dos no siempre coinciden, desafortunadamente para mí. En cuanto a lo demás, te prohibo hablar otra vez.

Extrait de "L'ombilic des Limbes, Le pèse nerfs" 1926
Versión de L.S.

martes, 24 de enero de 2012

Josefa Parra

Porque acaso el amor
sólo sea una forma del deseo,
o el deseo cualquiera de las múltiples
maneras del amor,
no es raro que confunda
tu codicioso cuerpo con tu alma,
o los rincones puros del afecto
con los de la apetencia.

Y quizá sea lo mismo
morirme por tu amor o por tu hambre,
poseerte en la carne o en el sueño,
y todo sea más simple y menos duro
de lo que yo pensaba...

martes, 10 de enero de 2012

Equilibrio en las pieles, en los abrazos sordos de deseo, equilibrio en los ojos que miramos cuando nos penetramos, en la locura que nos ata y nos aleja, en la necesidad que nos alumbra, en la libertad que aletea en cada uno de nosotros. Equilibrio en este acompañarnos por el filo de una cuerda, en este justo momento de encuentro y desencuentro, en cada minuto desde que te reconocí, desde que me encontraste.
Suavidad que despierta la niña de antaño, dureza que saca la rabia afuera, la fuerza de la confianza y el misterio del desconocimiento profundo.Equilibrio en las pieles, en los gestos, en cada paso que damos juntos. Equilibrio tan fino y perfecto, que con un simple soplo caeríamos precipitada y hondamente...

lunes, 2 de enero de 2012

Beatriz Hernanz Angulo

3. Treinta pétalos vacíos para tapar el olvido...

Treinta pétalos vacíos para tapar el olvido.
Nos depara tosca nube el insomnio,
solitario infierno que anticipa la memoria.
Habito
en el suburbio amargo de la nada,
en la intimidad del desamparo,
en el cristal de los signos sin infancia.
Es el sonido que alumbra
la incesante tiniebla,
la agonía del agua,
el hábito inasible del miedo.
En las grietas del verbo
se repite la desidia de la espada.
Con prisa inútil
se desangra en música el intolerable infinito.

De "La vigilia del tiempo" 1996