martes, 8 de mayo de 2012

Intimidad.
Reconocible, apetecida,
resguardada.
Hay un desfiladero de momentos
tallados en los pliegues, recónditos
agujeros donde se refugian
la pérdida, el aullido, la palabra.
Placenta protectora que al arrullo
de los años va tejiendo la tela
de esa intimidad que es sagrada.
Nadie escucha ese eco
que dejan las pasiones en la piel,
es secreto el sonido del silencio,
la oscura cavidad en que se esconde
el latido primero,
la belleza que sola se sustenta
porque sola nació,
la luz de cada tarde y primaveras
de lluvia y campos y montañas,
el olor de ese miedo interminable,
la cadencia de cada despedida.
Intimidad, salvaje,
arrasadora soledad protegida,
invisible a los otros, secreta
creación de un infinito
de soplos, de deseos,
posos de vida
arrugados entre carne y agua.

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