jueves, 12 de diciembre de 2013


Mi paisaje del tiempo es ovalado, es una elipse donde se sitúan las estaciones, y no se muy bien cómo se mueve pues no puede rodar, tal vez soy yo la que me sitúo en uno u otro punto, la que se mueve caminando por su línea, la que avanza o retrocede o permanece. Es complicado permanecer, porque el dibujo cambia cada vez que lo imagino, cada vez que quiero visualizarme en él. Tiene algo de estático y algo de impulso, el otoño es impulso de subida en el ángulo derecho, la primavera es impulso de bajada en el ángulo izquierdo. El invierno y el verano son más quietud, extremos. Siempre voy en el sentido contrario a las agujas del reloj. Un año, y otro, y otro. La imagen es como un calendario de los meses, con sus colores y olores y temperaturas. El tiempo es una abstracción, imaginación mental que nos despista. La luz y la oscuridad. La siembra y la cosecha. Las nieves y el estío. El tiempo también son vientres que crecen, manos que se agrietan, mentes que olvidan o que recuerdan otros “tiempos lejanos”. Hay un tiempo de acciones y un tiempo de pensamientos, hay un tiempo de la memoria y un tiempo de los latidos. El tiempo son las personas, eternidad que aniquilamos inconscientes. La niña que fui dijo “hoy es mañana”, ahora diría, “hoy es yo-tú-nosotros”, y mañana también, y siempre.

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