domingo, 25 de diciembre de 2011

Hay una finura que define
el tacto de mis ojos,
el llanto de mis manos,
la claridad que se abre al escuchar
aquella melodía que despliega
las alas de una ausencia primigenia.
Cómo explicar esa melancolía
que despierta en mi alma la belleza,
la perfección de un silencio, de un rostro,
de un instante en que la vida baila
y reconozco ese baile, esa música
y hay una ligereza en el aire
que convierte un momento simple y leve
en una verdad tan profunda y penetrante
que es imposible no emocionarse,
no sentir lo real maravilloso;
lo invisible se huele, se respira,
y comprendo que todo, desde siempre,
ha estado ahí, presente, acompañando
cada paso, cada abrazo, cada soplo.
Hay una finura que define,
que dibuja, que ronda en el ambiente,
que desciende y se posa cual paloma,
que revela el misterio eternamente...

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