jueves, 1 de diciembre de 2011

Beatriz Zuloaga

Había olvidado las cosas simples...



Había olvidado las cosas simples

como decir hola y sonreír

mirar a través de las vidrieras

y buscar golondrinas de verano,

tomar los parques de la mano

y vestirme de muselina blanca

así transparente como el aire.

Había olvidado el olor

de la mañana,

el chocolate y su espuma

del cielo de colores

y ese empezar el día

con alas y canciones.

Vuelvo a sentir la tentación

de mirar a los hombres

descubrir que tienen pasos largos

una barba con sueños,

que pueden inventarnos palabras

como arrullos

y ser una luz placentera entre los poros.

Vuelvo a encontrar esa dulce pereza

de entretener el ocio con gaviotas,

un castillo que trepe hasta mi alma

y ese violín detenido en una nota larga,

vibrante, elástica, como una piel enamorada.

Quiero el agua del grifo,

verla correr, dejar que dance su humedad en mis manos,

el olor del jabón y esa espuma que hace globitos

y me tienta a imaginar planetas transparentes

con hombrecitos pequeñas

de orejas largas y pupilas moradas.

La noche es una cama con almidón de sueños
y un amor vertical que me acompaña.

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